A (dora) ción nocturna: segundo movimiento maestoso
⊆ 14:41 by O | Punto de vista subjetivo . | ˜ 3 comentarios »Autor: Desiderata
.
Dedicado al primer adorador. Gracias a su título me encontré de nuevo con esta historia.
La puerta se cerró de golpe dejando los hilos rotos del lado de allá. Estabas de nuevo en la calle, nocturno y libérrimo. Absurdamente pensaste (¿se puede hacer de otra manera?) que aquella noche todo resultaba prístino, a punto de comenzar.
Cruzabas la plaza en compañía de la monótona conversación de tus zapatos rozando la superficie mojada; hacía frío. La puerta abierta, boqueando luz, y aquel bisbiseo que se escuchaba lejano y monocorde, te invitaron a entrar. La sala estaba llena de gente en una actitud corporal que recordaba a los cuerpos vencidos, prosternados; alcanzaste a sentarte en una esquina, deseando que te arrastrara aquella especie de karma.
Nunca te convino, te lo habías dicho más de una vez, pero Dora o el ardor, como te gustaba llamarla en los pocos momentos en que conseguíais encontraros, no era para ti. El caso es que los amigos insistían en vuestra imagen de pareja deseada; además, ¡queremos tanto a Dora!, comentaban sin parar. A sabiendas de que te equivocabas lo seguiste intentando. La consecuencia fue inevitable, te viniste al lado de acá.
De pronto, todo el mundo comenzó a ponerse en pie, a darse besos y abrazos, de golpe y todos contra todos. Ella estaba a tu lado, su cuerpo rotundo intentaba desdibujarse en un abrigo de talla inadecuada. En ese instante, con mirada afiebrada te dejaba el calor de su boca en tus mejillas mientras te susurraba al oído: -...está contigo. No comprendiste, la sorpresa de otra piel en tu cara te impedía entender. Fue entonces cuando le preguntaste su nombre, y azorada y bermellón te pareció escuchar de sus labios: -...dora, ...adoración, mientras ella, desmadejada, intentaba cambiar de sitio y tú sólo podías seguirla con la mirada.
La puerta se cerró de golpe dejando los hilos rotos del lado de allá. Estabas de nuevo en la calle, nocturno y libérrimo. Absurdamente pensaste (¿se puede hacer de otra manera?) que aquella noche todo resultaba prístino, a punto de comenzar.
Cruzabas la plaza en compañía de la monótona conversación de tus zapatos rozando la superficie mojada; hacía frío. La puerta abierta, boqueando luz, y aquel bisbiseo que se escuchaba lejano y monocorde, te invitaron a entrar. La sala estaba llena de gente en una actitud corporal que recordaba a los cuerpos vencidos, prosternados; alcanzaste a sentarte en una esquina, deseando que te arrastrara aquella especie de karma.
Nunca te convino, te lo habías dicho más de una vez, pero Dora o el ardor, como te gustaba llamarla en los pocos momentos en que conseguíais encontraros, no era para ti. El caso es que los amigos insistían en vuestra imagen de pareja deseada; además, ¡queremos tanto a Dora!, comentaban sin parar. A sabiendas de que te equivocabas lo seguiste intentando. La consecuencia fue inevitable, te viniste al lado de acá.
De pronto, todo el mundo comenzó a ponerse en pie, a darse besos y abrazos, de golpe y todos contra todos. Ella estaba a tu lado, su cuerpo rotundo intentaba desdibujarse en un abrigo de talla inadecuada. En ese instante, con mirada afiebrada te dejaba el calor de su boca en tus mejillas mientras te susurraba al oído: -...está contigo. No comprendiste, la sorpresa de otra piel en tu cara te impedía entender. Fue entonces cuando le preguntaste su nombre, y azorada y bermellón te pareció escuchar de sus labios: -...dora, ...adoración, mientras ella, desmadejada, intentaba cambiar de sitio y tú sólo podías seguirla con la mirada.
Entradas
26 de noviembre de 2008, 15:22 Este comentario ha sido eliminado por el autor.
26 de noviembre de 2008, 15:24 Después de leer algo tan bonito, que la paz sea contigo, amigo.
Y amén.
2 de diciembre de 2008, 18:12 bello momento... hace tiempo que no tengo uno asi...pero al menos alguien como tu sabe captarlo y yo puedo disfrutarlo. Gracias por compartir tus palabras