Para Elisa
⊆ 11:20 by O | Amanerado . | ˜ 1 comentarios »A él le gustaba jugar al fútbol. Le gustaban Los Kinks y Elisa.
No sabría decirnos en qué orden exactamente le gustaba qué cosa pero lo cierto es que las tres le gustaban mucho.
Jugaba al fútbol en la plaza con sus amigos del colegio, en el patio, durante el recreo y, a veces, también jugaba en el jardín de casa con el tío Pepín cuando al tío le apetecía darle un rato al balón. En ésa, él siempre hacía de portero.
Escuchaba a los Kinks en su cuarto desde que Los Reyes le habían traído su primer tocadiscos. Solía hacerlo cada mañana al levantarse y después de comer los sábados y los domingos. No le gustaba tanto "You really got me" o "Lola" como "Sunny afernoon". Ese tema le chiflaba. Y lo ponía a sonar una y otra vez hasta que su madre le gritaba desesperada desde abajo: - ¡O cambias de canción o me vuelvo loca, niño!
Entonces él levantaba la aguja del vinilo y la posaba con cuidado en el apoyo. Le daba al botón de off, cerraba el pestillo de la puerta de su cuarto y se tumbaba sobre la cama. Una vez colocado con un par de cojines bajo la nuca sujetando la cabeza, se desabrochaba la bragueta del pantalón y metía la mano derecha dentro. Se tocaba, las primeras veces, sin saber muy bien a dónde llegaría con eso.
En aquel momento, no pensaba en el fútbol ni en los Kinks y mira que le gustaban. Allí, sólo pensaba en Elisa.
No sabría decirnos en qué orden exactamente le gustaba qué cosa pero lo cierto es que las tres le gustaban mucho.
Jugaba al fútbol en la plaza con sus amigos del colegio, en el patio, durante el recreo y, a veces, también jugaba en el jardín de casa con el tío Pepín cuando al tío le apetecía darle un rato al balón. En ésa, él siempre hacía de portero.
Escuchaba a los Kinks en su cuarto desde que Los Reyes le habían traído su primer tocadiscos. Solía hacerlo cada mañana al levantarse y después de comer los sábados y los domingos. No le gustaba tanto "You really got me" o "Lola" como "Sunny afernoon". Ese tema le chiflaba. Y lo ponía a sonar una y otra vez hasta que su madre le gritaba desesperada desde abajo: - ¡O cambias de canción o me vuelvo loca, niño!
Entonces él levantaba la aguja del vinilo y la posaba con cuidado en el apoyo. Le daba al botón de off, cerraba el pestillo de la puerta de su cuarto y se tumbaba sobre la cama. Una vez colocado con un par de cojines bajo la nuca sujetando la cabeza, se desabrochaba la bragueta del pantalón y metía la mano derecha dentro. Se tocaba, las primeras veces, sin saber muy bien a dónde llegaría con eso.
En aquel momento, no pensaba en el fútbol ni en los Kinks y mira que le gustaban. Allí, sólo pensaba en Elisa.
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29 de agosto de 2009, 11:29 Vaya bien que escribes ¿no?
Una sorpresa más.