Mi tía Pura, botes de tomate en conserva y la casa abandonada de Doña Piedad
⊆ 12:39 by O | Amanerado . | ˜ 5 comentarios ».
Mi tía Pura es una mujer bellísima todavía hoy. Lleva el pelo peinado como las antiguas y siempre que pienso en ella tiene puesto un vestido. Nunca la vi con pantalones y ni sé si alguna vez los usó. Ella lleva vestidos entallados a la cintura, por encima de la rodilla, y enagua de encaje. Su ropa interior está acorazada y su rostro no tiene arrugas. Su piel es tersa. Además de guapa, mi tía Pura es una bruja de las de antes.
Mi tía Pura es una mujer bellísima todavía hoy. Lleva el pelo peinado como las antiguas y siempre que pienso en ella tiene puesto un vestido. Nunca la vi con pantalones y ni sé si alguna vez los usó. Ella lleva vestidos entallados a la cintura, por encima de la rodilla, y enagua de encaje. Su ropa interior está acorazada y su rostro no tiene arrugas. Su piel es tersa. Además de guapa, mi tía Pura es una bruja de las de antes.
Ella no solía ir con nosotros a Pozanco. De hecho sólo recuerdo una ocasión en la que estuviera en el campo con el resto de la familia. En aquella, era verano y hacía un calor tan espantoso que mi madre y el resto de mis tías decidieron tomar el sol en el jardín y acercar la goma de la manguera del pozo para refrescarse. Mi tía Conchita llevaba puesto un bañador, mi madre bikini; pero ni mi tía Graciana ni mi tía Pura tenían allí ropa de baño -ni creo que la usaban normalmente-, así que se tumbaron en las hamacas en sus paños menores.
Encuentro que la lencería es, cuanto más recatada, más sexy y supongo que eso mismo pensó el guarda cuando, no sabiendo lo que se cocía en el jardín, entró sin avisar a preguntar por mi tío Alfonso y se encontró con el pastel. Todavía se oyen los gritos de mis tías pidiéndole que se marchara, mientras se dejaban tapar a la vez por las otras dos. Menuda escandalera.
Después de aquel altercado, mi tía Pura no volvió a pisar el campo hasta muchos años después. Así que yo iba a visitarla a casa de vez en cuando. Siempre me gustaron sus historias y sus planes.
Uno de esos días en que fui a verla, nada más entrar por la puerta, me dijo: “Coge los guantes, una bolsa y las pinzas que están en la entrada, venga, que hoy nos vamos de excursión”.
Arrancó la camioneta y recorrimos la manzana hasta llegar a la puerta de la casa de Doña Piedad. La casa en cuestión estaba abandonada. La señora Piedad, que en paz descanse, había fallecido hacía unos meses, dejando sus posesiones en herencia a sus hijos, a cualquiera que supiera entrar en la casa y, por tanto, a mi tía Pura y a mí.
En ese momento, la casa estaba vacía. Las latas de cerveza y otras cosas rociadas por el suelo daban una idea de que aquella mansión de principios de siglo XX se había convertido hoy en lugar de fiestas nocturnas y picadero. Muchos de los muebles habían desaparecido. Algunos de ellos estaban ya en casa de mi tía relucientes y sin rastro de polilla, otros se los habría llevado otra gente. Ahora quedaban, en alguna de las habitaciones, baúles repletos de ropa de cama, mantelería y de vestir. Todo ello de la mejor calidad; el vintage más auténtico con bordados en camisones, vestidos de calle, de fiesta… Mi tía iba sacando todas aquellas preciosidades de los baúles con unas pinzas y sus guantes de fregar la loza y me lo pasaba a revisión para que mirara qué cosas tan bonitas y las metiera ipso facto en la bolsa.
Mientras robaba, mi tía Pura hablaba en voz alta con la señora Doña Piedad y le pedía disculpas por estar saqueando su casa y añadía, con la convicción más absoluta, que si no lo hacíamos, todas esas maravillas se iba a perder tarde o temprano.
Después de cuatro horas, nos fuimos de allí como quien sale del Gran Bazar: con las alforjas a reventar. En el maletero de la camioneta hicimos reparto de bienes.
Todo lo que me tocó del botín, mi madre me lo tiró a la basura como salió de la lavadora y sin preguntar pero de camino a su casa, mi tía Pura yo cruzamos palabras que, entre muchas otras, aún guardo en el armario:
-¿Tú conoces a la madre de tío Ángel, mi suegra?
-Sí, claro.
-Pues cada vez que entra en la cocina de casa ¿sabes los botes de tomate en conserva que tengo en la repisa de arriba en la cocina?
- Sí.
- Pues explotan.
- ¿Que explotan?
- Como te cuento. Y eso es porque ella tiene malas vibraciones porque si no dime tú a mí de qué iban a explotar los botes de pronto.
- Vaya.
- Es que esa mujer es una bruja tremenda…
19 de julio de 2010, 6:36 Me encanta tu tía Pura, y la ropa interior, cuanto más recatada, más sexy. Estoy contigo. Y me encantan esas palabras secretas que te guardaste. Besos, linterna.
19 de julio de 2010, 8:29 ¡Extraordinario relato!
Me encanta. Gracias.
19 de julio de 2010, 8:35 Gracias a ti por pasarte y por decirlo. Estoy del todo sorprendida y se me vino a la cabeza que hace unos años me reí mucho en una caseta de feria: creo que Pablo Albo contaba un cuento, del todo extraordinario.
21 de julio de 2010, 4:01 Ja. eres la leche, Olallita
29 de julio de 2010, 7:33 Que bueno!